El último caso de Sherlock
Es medianoche. Una puerta que se abre y una mirada fija lo interrumpen. La cadencia del instrumento calla entre las manos del héroe. En la habitación de Baker Street, aquél esperará sentado, frente al brazo recto de su amigo, la respuesta de este enigma sin índices.
– ¿Por qué, Watson?
– Debería saberlo, mi querido Holmes… porque es elemental.
El médico, por vez primera, obedece a la pulsión y la voz del arma impide que el detective oiga la última sílaba.
Leandro Forti (Santo Tomé - Santa Fe)
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