miércoles, 23 de octubre de 2013

Sandro Dolin


Para mí la literatura es una broma.
Si un libro no me hace reír, sólo me sirve
para limpiarme el culo.

Anónimo


Eran pasadas las 3 de la mañana. Todavía no podía dormir. Me había tomado 1 té de tilo, o 2. No recuerdo. Había escuchado 1 poco de jazz. Mingus, Coltrane y Miles Davis. Pero nada me hacía dormir. Nada me daba sueño. ¿Cómo podía hacerme dormir el jazz? Los tecitos tal vez ayudarían 1 poco a impulsar el proceso hacia el letargo; pero el jazz... Hmmm, diría la nutria. En realidad, no tenía ganas de cerrar los ojos. Quería, (en el fondo lo sé), escuchar jazz y tomar té. Pero no toda la noche. Eran más de las 3 y todavía no tenía sueño. Ergo, me tomé ½ clonazepam. ½ rivotril. 0,5mg. Y, en pocos minutos, encaré para el mundo de los sueños. Soñé que viajaba en 1 camello con ruedas. Tenía 4 ruedas inmensas en lugar de 4 piernas delgadas. Tenía unos anteojos puestos (el camello; yo no. Yo tenía 1 remera con la imagen de la portada de 1 libro de Roberto Bolaño; 1 pintura de Jack Vettriano), y cantaba. El camello pisteaba a unos 113 km/h y cantaba. Cantaba scat. De repente llegábamos a 1 especie de cubil donde yo me bajaba del camello y entraba. Tenía que buscar a unos zorros que habían robado el Tesoro de Tombuctú. Yo era 1 suerte de agente encubierto que tenía que arrestarlos y recuperar el tesoro. No había ningún zorro en el cubil. No había ningún tesoro. Sólo encontré 1 dibujo. 1 dibujo de 1 sándwich de huevo. Muchos sabrán de qué dibujo les hablo, otros, quizás no. (Les doy 2 pistas. 1era pista: ese dibujo apareció en 1 serie de televisión mexicana de los años 70’s. 2da pista: ese mismo dibujo se dibujó en papel amarillo). Agarré el dibujo. Me lo metí en el bolsillo (¿y si el dibujo era el Tesoro de Tombuctú?) y volví a montarme al camello con ruedas. Los anteojos del camello eran como catalejos para poder visualizar paisajes en 3 dimensiones, pero en calidad de bits similar a 1 pantalla del Carmen Sandiego. Imagínense, ustedes lectores, lo chocho que iba ese camello: ruedas velocísimas y perspectiva en 3 dimensiones. 1 camello que no tenía sed, señores. 1 camello más rápido que 1 guepardo. Más tarde, (parecía como si hubiesen pasado 2 horas oníricas), nos encontrábamos en 1 ruta llena de camiones: mamotretos estacionados en el ½ de la ruta. El camello-bólido los superó en 1 periquete. A lo lejos, sobre la ruta, se veía 1 fata morgana hermosa… después ya no recuerdo más nada. Poco a poco empecé a ver todo de color blanco. Cada vez más blanco. Y en seguida, 1 leve brillo y 1 color que se fundía del blanco hacia el amarillo. La ventana. La luz que entraba por el visillo. El sonido de la trompeta de Miles Davis que todavía sonaba de fondo porque había dejado el disco en repeat toda la noche. Sonaba “So what” sonaba. (No hablés en capicúa no hablés). Me levanté en estado naboletti a causa del efecto rivotrilezco. Tremendo sueño había tenido. Tremendo y absurdo. ¡Qué rivotrip!, pensé. (Si por trip se entiende viaje). “¿Y qué?”, diría Miles Davis. Y nada. Eso. Me levanté. Me puse las pantuflas que me regalaron. Parecen botas de cowboy, pero confeccionadas en lana. Me las clavé a los pies y fui hasta la cocina. Alto féca me preparé ahí. Con tostadas y mermelada de naranja. De esas que tienen cascaritas. Esas son las que juegan. Esas son las que te sientan bien para arrancar el día. En el laburo lo mismo de siempre. La misma rutina obligada día tras día. Entré y saludé a todos mis compañeros con efusivos apretones de manos. “Buen día. Buen día para todos”. Y nada. Eso. En el laburo, mejor dicho: en el baño de la oficina donde laburo, me eché 1 garco colosal. O como diría mi hermano: 1 “Gark Vader” (por el personaje de Star Wars), o... 1 “David Garcañan” (por David Nalbandian, el tenista), o... 1 “Tigre Garqueta” (por el actual DT de C. A. Vélez Sarsfield: Ricardo “Tigre” Gareca), o... 1 “Gark Side of the Moon” (por el disco de Pink Floyd), o… y podría seguir ejemplificando... pero basta. Hasta acá. (Me extendí demasiado con las ejemplificaciones). Las tostadas con café negro surtieron el efecto laxante deseado. Ese día, en el laburo, no tiré la cadena del baño y el Capo di tutti capi de la empresa se enojó y me suspendió por 3 días. “Nada de teresos flotando”, me dijo. Y me lo dijo serio, como gato cagando en la garúa. Y nada. Eso. 1 anécdota. Ahora estoy en mi casa al cohete. Suspendido. Escribiendo estas boludeces para entretener (o no) a quién las lea (si alguna vez se publica: está claro), esperando a que pasen estos 2 días que faltan para volver a la rutina habitual que me condiciona. Espero haberles sacado, al menos, 1 leve esbozo de sonrisa (aunque fingida), queridos lectores. 1 consejo de buena voluntad: acuérdense de tirar la cadena después de cagar. Saludos para todos, y todas.


Sandro Dolin (Santa Fe capital)



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